"Ecosexualidad": la enésima estrategia de marketing "verde"
Primero vinieron los hippies, luego los yuppies y más tarde los hípsters. Los ‘ecosexuales’ son lo último. Mix de ecologismo y paganismo con unas gotas de animalismo. Pero "cuando queremos asemejarnos a los animales nos quedamos por debajo de ellos" (Chesterton).
Leo que se está poniendo de moda una cosa llamada ‘ecosexualidad’ que, reuniendo una moda como la ecología y una vieja obsesión como el sexo, no puede dejar de funcionar. De hecho, ya existe un local en el Jardín Botánico Victoria de Melbourne dedicado a satisfacer las pulsiones de los partidarios de este difuso y confuso movimiento.
El moderno es un tipo que vive en la constante angustia de que pueda estar naciendo en alguna parte algún movimiento ‘cool’, alguna ideología a la última a la que pueda llegar tarde. Y ser ecosexual es, en definitiva, muy fácil.
No es, como pudiera parecer de buenas a primera, una enésima orientación sexual, animales y plantas pueden estar, en principio, perfectamente tranquilos. Las actividades más explícitas que citan en su ‘manifiesto’ -sí, naturalmente que hay un manifiesto- son “abrazar árboles sin pudor, masajear la tierra con los pies y hablar eróticamente a las plantas“.
En cuanto a lo primero, supongo que tal hábito les convierte en las variantes ecologistas del tradicional ‘abrazafarolas‘; lo segundo lo hemos hecho todos alguna vez, aunque lo llamamos, de modo más prosaico, andar descalzos, y lo de hablar a las plantas lo hace una amiga mía, que dicen que así crecen mejor, aunque estoy segura de que sus monólogos son para todos los públicos y el ficus nunca ha tenido motivos para sentirse violento.
Y es que aunque afirmen que son “acuófilos, terrófilos, pirófilos y aerófilos”, es escasamente probable que ninguno de ellos, por entusiastas que sean, intenten entrar en excesiva intimidad con una hoguera.
No creo revelarles ningún secreto si les digo que el sexo es una cosa estupenda, además de bastante divertida… en un contexto de intimidad
Si una no temiera ser indebidamente poco reverente con los ecosexuales estaría por decir que el movimiento está a dos dedos de la estafa, pura y simple, o del puro engañabobos, una maniobra de marketing para hacer más atractivo un movimiento, el ‘verde’, que por haber triunfado incluso entre las petroleras y los fabricantes de detergente ha perdido buena parte de su tirón en el mercado.
No creo revelarles ningún secreto si les digo que el sexo es una cosa estupenda, además de bastante divertida. No podía ser de otra manera, que estamos hablando del sistema específico para ‘fabricar’ personas, el mecanismo gracias al cual estamos todos aquí. Pero como sucede con todo, y especialmente con las cosas más estupendas, separarlo de su contexto de intimidad y divorciarlo por completo de su finalidad primaria lleva al disparate, a veces trágico y a veces cómico.
Y es que, despojado de su entorno, acaba convirtiéndose en una actividad mecánica que, como todas, cansa a la larga y para mantener el subidón inicial hay que probar cosas más y más estrambóticas.
Lo último, por lo que se ve, es el regreso a la animalidad. Pero, como advertía Chesterton, los seres humanos somos notablemente torpes en nuestra ‘nostalgie de la boue’, y cuando queremos asemejarnos a los meros animales nos quedamos muy por debajo de ellos. Al final, el método habitual es imitar a los animales, pero ¿a cuál? ¿Al bonobo, al gorila, al orangután, al chimpancé? Pero es que no somos bonobos ni gorilas ni chimpancés, y en el intento el tipo sensato concluirá que lo natural en el hombre es ser artificial.
Solo hay que ver a estos naturistas de mentirijillas retozando desnudos por los bosques para contemplar el máximo de artificialidad y el mínimo de naturalidad.
Es un intento futil de llenar el vacío existencial con los ritos de una fe que no se toma en serio
Al fin, se trata solo de fomentar el neopaganismo, que es un intento futil de llenar el vacío existencial con los ritos de una fe que no se toma en serio, y dar nueva vida al ecologismo. Pero hasta en eso los que pensamos y vivimos -procuramos pensar y vivir, mejor- al margen de la locura progresista dominante estamos mil veces más próximos a la naturaleza y nuestra vida sexual es bastante más “eco” sin necesidad de proclamarlo.
Porque, naturalmente, estos adoradores de la naturaleza, del sol y las estrellas, aconsejan el condón y/u otros métodos anticonceptivos, no vaya a producirse algo tan desagradablemente natural como un niño.
Texto: Candela Sande
Fuente: Actuall
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